i nos fijamos bien en la vid nos daremos cuenta de que no es estrictamente un árbol (ni tiene las medidas para serlo ni se trata de una planta que se mantenga erguida sin ayuda de un tutor), pero tampoco es un arbusto (puesto que tiene un tronco bien definido)

Se suele afirmar que la vid es una mezcla de planta vivaz y árbol frutal, que cumple un ciclo anual de producción de frutos y un propio ciclo de vida

(Que más tarde estudiaremos)

Es una planta de aspecto rústico, seco, casi podríamos decir viejo y ajado, siempre desconchada y en invierno desolada. Sin embargo, su corteza esconde una vigorosa savia que, pasado el invierno, llena de vida la planta, dotándola de un vistoso follaje y un preciado y dulce fruto que da origen al vino.

Sus cepas pueden llegar a vivir más de un siglo, y conforme tienen más edad dan menos frutos, pero de mejor calidad (desde nuestro punto de vista, es decir, con más concentración de sabores), ya que sus raíces tienen una mejor penetración en el subsuelo y aprovechan más y mejor los recursos. Sin embargo, para hacer vinos de calidad no se suele usar la vid mayor de 40/50 años (su productividad ha bajado ya demasiado) ni la menor de 4/5 años (esta demasiado ocupada usando su sistema de raíces como para poder dar frutos con un nivel de calidad que supere el exigente listón que hemos impuesto a las esforzadas vides)